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La gestión cinegética y la conservación de especies

  • Jesús Caro, Miguel Delibes-Mateos
  • 30 sept 2015
  • 4 Min. de lectura

La caza es la explotación de un recurso natural renovable que son las poblaciones de las distintas especies cinegéticas. Se trata de una actividad tan antigua como la especie humana, que ha sufrido una transformación constante a lo largo del tiempo. Hoy día ha adquirido una gran relevancia su valor como actividad lúdica (Good 1997). En España es una actividad que desde hace años ha desempeñado un papel socioeconómico destacado en muchas comarcas rurales, sobre todo del centro y sur del país. Además, como actividad de ocio, ha experimentado un rápido desarrollo en los últimos 30 años. Hay un importante número de subsectores que, en mayor o menor grado, participan en el aprovechamiento cinegético, por ejemplo: taxidermias, rehalas, armerías, guardería, abogacía, hostelería y restauración, transportes, veterinarios, gestorías de permisos de armas y licencias federativas, aseguradoras, medios de comunicación, investigación, etc. Según datos propios del sector cinegético, en España el número total de cazadores se acerca al millón, y la caza genera más de 3600 millones de euros de riqueza y 50 000 puestos de trabajo (Garrido 2012).

En las últimas décadas, el abandono parcial de la agricultura y ganadería en zonas donde éstas actividades tienen escasa rentabilidad, junto a una necesidad menor de mano de obra asociada al aumento de la mecanización en otras zonas, hacen que cada vez estos sectores tengan menos capacidad para sostener el desarrollo del mundo rural. Así, diferentes políticas de ámbito europeo y nacional están pretendiendo diversificar las actividades económicas y el aprovechamiento de los recursos en las sociedades rurales. Algunas de estas políticas señalan a la caza como uno de los posibles motores de desarrollo económico. Sin embargo, para que la caza sea realmente una actividad económica sustentable no solo precisa de hábitat, recursos, ayudas o infraestructuras adecuadas, también depende de que se explote el recurso sin agotarlo, con el fin de que pueda ser utilizado por generaciones futuras.

Existen costes y beneficios asociados a la actividad cinegética que deben ser valorados de manera global. Para mantener las poblaciones cinegéticas que cubran las expectativas de los cazadores y resulten económicamente rentables para los gestores y propietarios de cotos, suele ser preciso gestionar el hábitat y las especies. Así, se recurre cada vez más a diferentes mecanismos, como son: la regeneración o mantenimiento de vegetación natural en áreas agrícolas, la siembra de cultivos y pastos como fuente de alimento, el aporte directo de agua y alimento, la reducción de la mortalidad mediante el control de depredadores o tratamientos sanitarios frente a las enfermedades, la suelta de individuos procedentes de otros lugares o criados en cautividad, el mantenimiento de altas densidades de animales (e.g. ungulados) con vallados que impidan su libre circulación, o la introducción de especies exóticas con el fin de obtener una mayor oferta de especies abatibles.

La caza y su gestión pueden tener consecuencias en el ecosistema. Por un lado, la caza en algunos lugares tiende hoy día a intensificarse con el fin de obtener más beneficios económicos, lo que lleva consigo con frecuencia problemas ambientales, al igual que ocurre en otras actividades agrícolas, ganaderas o forestales. Por otro lado, la caza ha contribuido en muchos casos a la conservación del hábitat y las especies cinegéticas, beneficiando también de manera indirecta a otras especies dependientes de éstas o que ocupan sus mismos hábitats. Estos efectos contrapuestos han facilitado que, en general, los cazadores y conservacionistas tengan distinta percepción sobre las implicaciones que tiene la caza sobre los ecosistemas y su biodiversidad. Mientras que los cazadores piensan que la caza y su gestión son fundamentales para el mantenimiento del equilibrio ecológico, otra parte de la sociedad ve a los cazadores como esquilmadores de un recurso natural, realizando una actividad poco respetuosa con la conservación del medio ambiente. A través de una revisión de la información científica más relevante este artículo trata de dar una visión general del papel que la caza juega (y puede jugar) en la conservación de la biodiversidad.



La caza, cuando se realiza de una manera sostenible y se aplican determinadas medidas de gestión, puede tener un valor ecológico, favoreciendo a otras especies, y es una herramienta que puede ayudar a controlar determinados desequilibrios producidos por el hombre en los ecosistemas. Sin embargo, ni todas las medidas de gestión, ni todas las prácticas que se realizan redundan en un beneficio para la biodiversidad. La intensificación de la caza sin duda puede llevar a un uso insostenible y a efectos ecológicos no deseados. Por tanto, urge la necesidad de promover la búsqueda de alternativas de gestión cinegética, también integradas en otros aprovechamientos de los recursos naturales, que sean aceptadas por cazadores, conservacionistas y por la sociedad en su conjunto. Así, se deben minimizar aquellos aspectos negativos y fomentar otros que permitan que la caza sea una herramienta para la conservación de hábitats y especies silvestres.

Para que la caza sea sostenible es necesaria una planificación y gestión correcta, respetuosa, tanto con el entorno natural como con otras actividades. La caza abusiva y las medidas de gestión inadecuadas pueden mermar la calidad de las poblaciones, de especies cinegéticas y no cinegéticas, y también la calidad de los hábitats naturales. Sin duda todo esto repercute negativamente sobre la visión que la sociedad pueda tener sobre la caza, y son fuente de conflictos entre cazadores y conservacionistas. Sin embargo, los propios cazadores demandan de forma creciente una caza más sostenible. Por ejemplo, en un estudio reciente Delibes-Mateos y colaboradores (2014b) han demostrado que los cazadores españoles estarían dispuestos a pagar más por cazar perdices en cotos con buenas características ecológicas (individuos que no procedan de granjas, diversidad de especies, con vegetación natural, y presencia de especies de interés para la conservación). Identificar y promover dichos cotos podría facilitar sistemas de explotación cinegética que sean ecológicamente y económicamente sostenibles. Así, urge evaluar e implementar sistemas de gestión cinegética compatibles con la conservación y un uso sostenible del recurso natural renovable que son las especies de caza. En este sentido, la investigación científica en materia cinegética se debe consolidar como motor impulsor de los nuevos mecanismos de regulación y gestión para una caza sostenible. De forma paralela, la transferencia de los resultados obtenidos en las investigaciones deben de llegar a los cazadores y gestores, pero también al resto de la sociedad.

 
 
 

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