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Llovizna y manchas! Anécdotas de Grandes Cacerías.

  • Club de Caza Mayor, Menor y Tiro, Conservación Tierra de Palmares
  • 11 sept 2014
  • 2 Min. de lectura

Con esta primera narración que nos acercó el amigo Carlos Gomez, la cual tituló “Llovizna y manchas” damos comienzo a este nuevo espacio que vamos a denominar Anécdotas de Grandes Cacerías. En forma periódica iremos publicando las historias que nos acerquen nuestros socios. Esperamos que las disfruten.


Llovizna y manchas

Gomez, José Carlos

Son las 17:00 hs de un día del mes de mayo, llovizna finito y recién comienza. Generalmente, si llueve se suspende la jornada de caza en el Parque por la lógica razón de la seguridad personal y de los vehículos. Walter, mi amigo y compañero de apostadero, vigila, escudriñando con la mirada unas cuatro “calles” que se observan hacia el noreste y norte de nuestro apostadero y yo lo hago hacia el oeste y sur, con otras cuatro. En un instante de coincidencias de miradas observamos en una de las calles del oeste, el cruce firme de la conocida y esbelta silueta con manchas blancas y cornamenta de su excelencia, el axis. Su paso fue fugaz, sin darnos lugar a la respuesta, pero con el tiempo suficiente para poder observarlo y solicitar permiso a través del Handy para efectuar el disparo, si nos daba otra oportunidad. El permiso nos fue concedido dado que nosotros estamos en un lugar donde los turistas no tienen acceso. Aclaro que lo del permiso sucede cuando aun no es la hora fijada por las autoridades de esa jornada, para el comienzo de la misma; en el caso de que hubiere la posibilidad de tiro antes de lo fijado, se solicita autorización a guardia y esta considera si existe o no riesgo para turistas o personal de Parque, autorizando o no el disparo. Presumiendo, por el rumbo que llevaba, que pasaría por otra de las calles realizadas por nosotros, hacia el sur, nos preparamos y así estuvimos por casi unos 20 minutos. En el mismo instante en que bajo la guardia desconcentrándome, vuelve a pasar, de la misma manera, a paso firme y con las orejas puestas hacia el llamado de otro macho, hacia el sur. De allí en mas no descansé hasta que vuelve a aparecer, pero de espaldas, a unos 150 metros. Con el objetivo de que se detuviera, mi compañero le silva, situación que a veces da resultado, pero esta vez solo giró apenas hacia la izquierda mientras continuaba caminando. En todo ese recorrido lo seguí a través de la mira. Fije el centro de la misma en el codillo y realice el disparo con un proyectil 308 Hornady de 150 grains con punta de polímero. Suena el disparo, el animal que lleva sus patas traseras hacia adelante, como marcando el lugar del impacto, afirmándose en sus patas delanteras y lo demás es comunicar a guardia el disparo efectuado, solicitar permiso para descender del apostadero y salir en su búsqueda. El resultado es el de la foto…

 
 
 

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